Era la noche del fin del mundo. Miles de chuponas y guiñapos sin cabeza se confundían con la estela de bugas humeantes. Era Vigo al galope, Churruca en la chispa, y Carlos con Chuspo y Matute en medio del jaleo, borrachos como cubas. Colocados. Dientes y ojos. Todo abierto, sangrante, blanco, había fuego. Salían de La Iguana hechos mierda, con el orballo cantándoles muerte en sus nucas de perro, con un frío de cojones que les hacía cagarse con más fuerza en los modernos: si os comiese la cabeza un cerdo el día que nacisteis… Pestilencia! Las aceras crepitaban envueltas en carne sebosa, sexo, esgarro. Caminaban. Tres desgraciados coruñeses buscando un puto bar donde meterse para seguir con la fiesta. Buscando hostias entre unos edificios que parecían hacerse pajas a su paso. Lo quieres? Lo tienes. De repente, una visión:
el chorbo iba con un gorro de estos que venden en los negros,
detectó a peña de Coruña por el habla
nadie lo conocía hasta que enseñó la postalilla en el móvil
José Manuel Lafuente Garrido. Senel. Empate a puerta cerrada. Canteranos de ferralla. Los primeros años oscurísimos. Un debut escrito con letras de oro en la historia del Real Club Deportivo. Senel. Medio calvo. Buscando esquinas por Churruca donde soltar la chapa.
hombre! sois de Coruña?
no me conocéis, joder? me hizo un penalti el Albelda…
Chuspo lo reconoció al instante. Fluyeron las miradas. Senel los enganchó y se los llevó a las profundidades. Unas calles, unas meadas, unos litros de birra.
ahora juego en el Rápido de Bouzas
estoy metido en el tema de los frigoríficos…
Un after. Veneno. Matute vomitaba y Senel nadaba en el meollo a la caza de alguna pava. Éxito. La misma táctica y a correr. YO-JUGUÉ-EN-EL-DÉPOR. Chuspo esperaba para ver si aquella visión implementaba su fuerza y sacaba la farlopa. Hecho. La imagen de Iván Carril en plan travelo se le subió, por un momento, a la cabeza, y luego esnifó. Lo mismo hicieron sus compadres en aquel garito de mierda, en aquel frigorífico donde Senel se morreaba a ratos con una fulana, donde Senel abría los ojos hasta el paroxismo, donde Senel reía desatado, loco, escribiendo con cada carcajada la historia apocalíptica de los canteranos blanquiazules.