Ojo al asesino porque es un verdadero maestro

Mientras Luisinho reventaba el televisor a patadas, pasado el minuto 85, algunos apoyaban los codos en las rodillas y las palmas de las manos en la mandíbula. Dani me silbó en la puta oreja sin dejar de mandar a la mierda a todo aquel al que tuviese en su campo de visión. Un tío cayó a rolos por las escaleras. Dos niños empezaron a zoscarse -con tal fiereza que quedaron sangrando, con heridas profundas- como los hipopótamos. Los jugadores en el campo, de pie, alicatados al césped por unas botas de colores hirientes. Víctor sentado. Don Dino sentado, sudando, con dos móviles, el de la empresa y el personal. No bajó peña del cielo en caballo ni soltamos alaridos como perros, sino que, (vol)vimos al terror. La particularidad del Dépor se define por la belleza del crimen.

Y la creación de obras diabólicas y desastrosas, hermosas y perfectas, por parte de nuestro equipo, es de calado transversal al estado de nuestra existencia como deportivistas, y ya que bastante tiempo le dedicamos a la moral, analicemos estéticamente.

Tanto plantilla como cuerpo técnico estuvieron ensayando todo el año para este seductor final de temporada. La intención es que cuanta más desfiguración, más tragedia y más heridos haya, mejor, porque así se conseguirá con mayor efectividad la fascinación entre la jauría. Como asesinato de categoría, se necesita una víctima a la altura, bien vestida. Fichajes guapos, presentación de camisetas en un centro comercial, jugadores con Instagram.

Plantados en pretemporada, arreglados, oliendo bien, a suavizante. Debemos hacer circular fotos nuestras para que se conmuevan con la belleza, era tan guapo y ahora va a morir, dirán, dicen. Con la victima elegida y con la muchedumbre babeando por ella, menos mal que el pétreo Luis Carlos Correia Pinto se alza para avisarnos a través de una movida con Arribas, que él, mensajero del mal, iba a hacer todo lo posible por embellecer el asesinato que se iba a cometer esta temporada. Por algo juega con guantes.

Poco después se ficho a Manu, materia prima del decadentismo.

No intuimos las intenciones, y en la primera vuelta todos nos enamoramos de la víctima. Los empates fueron quemaduras de truja, pero a partir del Villareal empezaron las puñaladas, de manera piadosa al principio, pero profundas y oxidadas a partir del Espanyol, partido donde Sidnei fue víctima de un pollicidio. Ya en adelante, torturas, humillación, amputaciones y demás herramientas utilizadas por un criminal de nivel. La destrucción de esfinges, la ciudad incendiada, el caos.

Ahora el etéreo homicida del Deportivo duda qué hacer. A falta de tan solo dos actuaciones, puede dejar huir a un ente desangrado, famélico, lleno de heridas profundas como las de los niños que se pelearon como hipopótamos, arrastrando los pies; o puede terminar con el de una manera violenta y con una ferocidad abrumadora, abriéndolo en canal y enseñando su interior a todo el graderío.

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Atropella a alguien.